Trigésimo Primer Domingo del Tiempo Ordinario
C.S Lewis nos recuerda que la humildad no se trata de hacernos pequeños, sino de poner a los demás en primer lugar.
La humildad verdadera refleja el amor y la compasión que Jesús ejemplificó. Se trata de ser paciente, mostrar amabilidad, no buscar atención y ser humilde. Esta reflexión hace eco del sentimiento de la Madre Teresa, quien dijo una vez: "No todos podemos hacer grandes cosas, pero podemos hacer pequeñas cosas con gran amor". Nos recuerda que los actos de amor y humildad no tienen por qué ser grandes; se pueden encontrar en los más pequeños y desinteresados hechos.
La humildad nos anima a ver las fortalezas de las personas antes que sus defectos, a ver la bondad en todo lo que encontramos, y a evitar culpar a los demás por nuestras dificultades. Nos recuerda que incluso en tiempos difíciles, la bondad de Dios está presente.
Practicar la humildad en nuestra vida diaria implica pasos prácticos. Trate de incluir la "Letanía de la Humildad" en sus oraciones diarias. Ayuda a cambiar su enfoque fuera de sus propios deseos y hacia las necesidades de los demás. Además, tóma un tiempo para la auto-reflexión para reconocer los momentos donde el orgullo puede haber influido sus acciones. Esta reflexión le ayuda a identificar áreas donde puede crecer.
Recuerde que la humildad no se trata de pensar menos de usted mismo, sino de pensar menos en usted mismo. Al practicar la humildad con un corazón amoroso y desinteresado, no solo se acercas más a la presencia de Dios, sino que también sigue las enseñanzas de Jesús, quien nos instó a amar a nuestro prójimo como nos amamos a nosotros mismos.